«La tierra es mucho más que polvo, piedras y barro. Es testigo y es memoria de las manos que la araron, de los pies que la recorrieron, del sudor que la regó. De pie sobre ella, me pregunto por quienes pisaron este mismo suelo antes que yo. ¿Qué persiste de aquellas vidas en la mía? ¿Qué eco queda de sus alegrías y de sus duelos? A través de un viaje personal y colectivo por el espacio-tiempo del Valle del Tiétar abulense y de una historia familiar, se teje un relato de pertenencia y exclusión, de nostalgia crítica ante unas raíces perdidas, y de la revisión de la tradición para imaginar futuros de libertad, igualdad y justicia.

“Hacer torrijas como acto de resistencia” es un espectáculo de danza-teatro de 50 minutos que explora conceptos de identidad, memoria y tradición a través de la danza contemporánea, el folclore y la autoficción para reflexionar sobre temas como la memoria histórica, la España vaciada o las identidades queer rurales.

A través del movimiento, la palabra, el sonido, el vestuario y la luz, un cuerpo explora la tensión entre lo que se espera de nosotros y lo que elegimos ser, el conflicto entre lo heredado y lo deseado, un diálogo entre el pasado y el futuro. La tierra, simultáneamente lugar de pertenencia y espacio de exclusión, para quienes han sido desarraigados se convierte a la vez en objeto de deseo y en campo de batalla. Es en esa frontera sutil donde la resistencia puede activarse y generar nuevas formas de comunidad y de conexión, creando un puente entre lo que nos ha sido legado y lo que está por venir.»

«Este proyecto nace como la parte artística de una investigación teórico-práctica iniciada en el máster en Investigación Artística Encuerpada del Real Conservatorio de Amberes.

Recibió honores summa cum laude por un jurado artístico-académico profesional como trabajo final de máster, y fue mencion especial en el Certamen de Arte Joven de Castilla y León como trabajo en proceso de creación.

Con el apoyo de DeSingel International Arts Centre (Flandes, Bélgica) y las residencias de Konvent (Barcelona), el Centro Coreográfico María Pagés (Madrid) y La Nave del Duende (Cáceres).

Estrenado el 22 de agosto de 2024 en la 27a Feria de Teatro de Castilla y León de Ciudad Rodrigo.»

Creación e interpretación: Marcos Martincano

Espacio sonoro: Eduardo Escobar Sepúlveda

Vestuario: Marcos Martincano, Christine Snik

Iluminación: Mauricio Pérez Fayos

Voz en off: Teresa Garzón, Paloma García Contreras

Fotografías: Ana Escario, Adela Moreno

BIO

Marcos Martincano es creador, intérprete e investigador en danza con base entre España y Bélgica.

Graduado en Coreografía por el Conservatorio Superior de Danza de Madrid en 2018 y Máster en Investigación Artística Encuerpada por el Real Conservatorio de Amberes en 2023.

Desde una consideración del arte como herramienta de transformación política y social, su trabajo renuncia a las etiquetas para adoptar un enfoque interdisciplinar. Partiendo de la autoficción como metodología, explora nociones de memoria, relacionalidad e identidad a través de un archivo encuerpado, afectivo y reenactuado que se activa mediante el movimiento como forma encarnada de pensamiento y reflexión.

Como intérprete freelance, ha colaborado con compañías y creadores tanto en España como en Europa, incluyendo a Romeo Castellucci, Antonio Ruz, Led Silhouette, Poliana Lima o Kor’sia. También ha desarrollado curadurías, encargos y colaboraciones con instituciones como el Centro Internacional de Artes DeSingel, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Universidad de Oviedo o el Centro de Cultura Contemporánea CondeDuque.

Aunque con experiencia en la creación de piezas cortas como Borela 36/52 (2018), Parpusa Mixtape (2020) o Zaranda (2022), Hacer torrijas como acto de resistencia es su primer proyecto como creador en solitario.

Concepto

Hacer torrijas como acto de resistencia explora la tensión entre lo que se espera de nosotros y lo que elegimos ser, un conflicto entre lo heredado y lo deseado, un diálogo entre el pasado y el futuro. La tierra, simultáneamente lugar de pertenencia y espacio de exclusión, para quienes han sido desarraigados se convierte a la vez en objeto de deseo y en campo de batalla. La pieza nace así de una urgencia de reconectar con las raíces no desde la nostalgia, sino desde el potencial subversivo de la tradición, a fin de navegar entre la celebración y el duelo.

Entrelazando y superponiendo la danza, la palabra, el sonido, el vestuario y la luz, un cuerpo escarba entre la tierra para rescatar sus gestos heredados, sus relatos olvidados, sus cicatrices históricas. Se narran las historias de aquellos que fueron marginados o silenciados, reescribiéndolas y recontextualizándolas, trazando una línea entre lo individual y lo colectivo, entre lo privado y lo político. El tiempo se descompone y se retuerce, convirtiéndose en un tejido que se pliega sobre sí mismo, permitiendo que el pasado irrumpa en el presente.

Así, la tradición deja de ser una práctica que conserva lo inmutable y se transforma en un acto de crítica creativa que desafía las nociones hegemónicas de lo que significa pertenecer. Es en este margen atemporal, en esa frontera sutil entre lo que se fue y lo que se es, donde la resistencia puede activarse y generar nuevas formas de comunidad y de conexión, creando un puente entre lo que nos ha sido legado y lo que está por venir.